Cuando una mujer guardia de seguridad habla de su pasión por la lectura ante una serie de escritores internacionales, se siente que en verdad se ha logrado democratizar el acto de leer. Ésta mujer, comentaba como a su lugar trabajo llegaban revistas italianas, de las que leía sus artículos y poemas. Desde allí conoció el mundo literario y por lo cual sentía orgullo de tener al frente a estos escritores. 

Situaciones como esta fueron comunes en Bogotá, entre el 23 y 26 de agosto, cuando se realizó el evento Bogotá 39. Allí se reunió a los 39 escritores menores de 39 años de Latinoamérica. Diversos espacios fueron abiertos para conocer y conversar con estos autores, en el marco de Bogota Capital Mundial de Libro y con el apoyo del Hay Festival de Cartagena.
Esta generación estuvo en Colombia, demostrando qué los une y qué los separa de la época del Boom literario del continente en los años 60. Además de lastre (Bueno o Malo) que representa la figura de Gabriel García Márquez, los autores expusieron que más allá de una figura trascendental en las letras mundiales es necesario pensar que en latinoamérica surgen temas y miradas que no deben tener relación con ese estilo y que los intentos por relacionarlos u oponerlos son demasiados simplistas.
Autores como Juan Gabriel Vásquez, de Colombia o Santiago Roncagliolo de Perú, intentan realidades más cercanas. Historias crudas desde su propia experiencia y que van hacia un sector específico. Con Cien Años de Soledad y otras obras se expresó la historia anterior, los fundamentos que nos unen y definen como pueblo latinoamericano. A partir de este punto es posible pensar ya en los relatos individuales y contemporáneos que se mueven bajo las lógicas de la violencia, la corrupción, la exclusión y la particularidad solo posible en el cono sur.
Se habla de una literatura que va de la identidad a la multidentidad y de ahí luego a la multilecturabilidad. Es ahí como se crea el libro que no es hecho para las grandes masas y el escritor se libera para crear libros para personas realmente comprometidas con un tema. El escritor guatemalteco Eduardo Halfon señalaba que “el lenguaje tiene que brincar del texto”.
Esta es la tarea esencial de quien escribe, tomarse el tiempo para que la historia sea contada de forma amena. Así se crean universos jocosos y trágicos como los de Abril Rojo de Roncagliolo, que es capaz de mostrar la época del Sendero Luminoso en el Perú de una forma interesante. O las vivencias una ciudad ficticia con mucho de suramericana en Historia Secreta de Costaguana, de Vázquez.
De este mismo modo, es posible situarse ya no sólo en la realidad continental sino salir al mundo tal como lo hacen escritores como el mexicano Jorge Volpi en la novela La búsqueda de Klingsor, donde se aborda a la Segunda guerra Mundial bajo los ojos de la ciencia alemana. Se trata de un escritor que cuenta el mundo desde el mundo y no como antes, que hablaba de latinoamérica pero desde el mundo y desde ella misma. Fueron los escritores exiliados por gusto u obligación, que relataban historias de su patria por fuera de ella.
Ahora el escritor y la literatura se han globalizado y han hecho que los temas no sean exclusivos. Es una relación de dos vías en donde el autor cuestiona el mundo, como señala Juan Gabriel Vasquez: “ la novela no da explicaciones, más bien indaga y quiere descubrir inquietudes personales sobre el mundo, que pone a disposición del publico”.
Los novelistas contemporáneos van tras su mirada del mundo, volviendo hacia sus vivencias, guiados por la observación y la ensoñación. Yolanda Arroyo, de Puerto Rico indica que “la literatura debe ser la cura para el Alzheimer de la sociedad”, ya que permite que la realidad no se escape de la memoria colectiva.
Por tal razón, está serie de eventos fueron vitales para conocer que se está haciendo en el continente y para acercar a todos los públicos: jóvenes, adultos, estudiantes, amas de casa, letrados o no; al mundo de las palabras
No se trata de tener que leer a los 39 escritores pero si de encontrar en ellos historias y personajes que nos atrapen y los hagamos propios de nuestra percepción de realidad. Al fin y al cabo los libros ya no son creación creada sino que se acaban de escribir en el momento de su lectura. Por eso es que el germen de un gran escritor descansa sobre en un buen lector.
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