Volar y dejarse llevar (Cisne Negro)

Obsesión de un director de cine que retrata una sociedad obsesiva. Darren Aronofsky vuelve a acercarse a este tema desde la búsqueda de la perfección en El Cisne Negro, su última película. Experto él en mostrar las motivaciones y caminos que llevan a un ser humano a luchar por un objetivo personal, recuperarlo o simplemente buscarlo.

Una mujer de avanzada edad que persiguiendo un anhelo trasciende los límites de su propio cuerpo y salud en la vertiginosa Réquiem por un sueño, nos mostró hasta donde llega el espíritu humano en la búsqueda de sus metas. En El luchador, la gloria ya alcanzada y perdida de su protagonista volvió a poner en escena la persistencia y a la vez fragilidad de aquel humano que sueña y es presionado por una sociedad en constante competencia.

En el caso El cisne Negro, el vehículo para llevar a la pantalla -y de forma muy acertada- las inseguridades y frustraciones es la actriz Natalie Portman. Su personaje, Nina Sayers se debate entre la ferviente disciplina como bailarina de ballet y el temor a no estar a altura de las expectativas de su madre, del director y sobre todo de ella misma, ahora que busca ocupar el protagónico en el espectáculo de ballet.

Cada gesto, su misma figura y varias escenas monológicas van adentrándonos en esa angustia personal, que en el fondo también es colectiva. Sin abusar de elementos de efectos especiales, en la trama se recurren a pequeños detalles que demuestran el estado excitación, paranoia y contención del personaje que van presuponiendo una bocanada de acción.

Sutilmente se van añadiendo detalles: un susurro, una gota, un mordisco, una tonada, un labial o la constante presencia de los espejos. Un mundo ordenado pero aun así lejos de lo ideal y que espera el justo momento para liberarse. “La perfección no solo es control sino también dejarse llevar”, señala uno de los protagonistas del film y ese es el momento al que cuidadosamente Nina se va a acercando y que el espectador va también requiriendo.

Portman aporta con su caracterización la fragilidad necesaria para comprender esos sentimientos de culpa, deseo de triunfo, búsqueda de control y necesidad latente por volar. Así este drama psicológico toma forma y la metáfora se torna más vívida. El enemigo interno, el Cisne Negro surge como ave fénix y deja ver la mejor faceta de una actriz y de paso, de un director.



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