El viaje interno



Vivimos al límite, la prisa de la sociedad actual impulsa a querer escapar, salir y desconectarse del mundo. El ser humano es el forjador de su propio destino. Pero 127 horas en los primeros minutos de un tajo rompe esta ilusión moderna. Daniel Boyle, está dispuesto a mostrar profundamente ese encuentro entre el hombre y la naturaleza. El escenario son los imponentes y extensos cañones de Utah, Estados Unidos y el protagonista es Aron Ralston, un aficionado a los deportes extremos que un día queda allí con su mano atrapada por una roca.

Así, estos cañones antes llenos de gran belleza se convierten en un antagonista natural, enemigo al cual vencer. Boyle tuvo el reto de mostrar esta geografía en todo su esplendor y así como en Slumdog Millionaire no descansó hasta exponernos el detalle más profundo de la pobreza y la miseria de India, acá no escatimó herramientas para transmitir la fuerza de este escenario natural.

Sin conformarse con lo básico, en la pantalla no dejó nada sin mostrar. Cada encuadre, cada plano, cada perspectiva posible de este paisaje es aprovechada para agregar tensión a la lucha de Aron por escapar. Aprovechando todo recurso a su alcance, la narración audiovisual se prueba así misma al recurrir exitosamente a ingeniosas tomas y una vigorosa banda sonora.

Sin esa fuerte presencia de la naturaleza, la interpretación del joven actor James Franco no tendría la contundencia que lograr construir. Boyle no busca mostrar superhéroes y Aron ciertamente no lo es. Este joven solitario y aventurero, que en algún un momento se burla de una caída, se va revelando como aquel ser humano, a veces eufórico y otras desesperado, que nos se las sabe todas pero que también conoce como utilizar su ingenio para prolongar las horas de supervivencia. Sus miedos, imperfecciones, sueños y autoreproches quedan al descubierto interna y externamente, con una extraordinaria recursividad tanto actoral como de recursos narrativos.

La liberación, momento decisivo para este personaje, “tan independiente” hace pensar en esas cosas a las que día de se les huye en la vida cotidiana. Diría Aron que es el Destino y toda la vida se justifica en este instante: avanzar o sucumbir, perderse para finalmente encontrarse. El reto queda así planteado y nada más interesante que ser participes de ese proceso.

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