La fascinación por la imagen


En tiempos donde la manera tradicional de ver cine se ha transformado resulta grato hacer memoria. Apelar a la nostalgia tal como lo hace El artista resulta pertinente y necesario para reencontrar  lo que se pierde en el estruendo del 3D. No es que la historia sea muy compleja, un actor de la época del cine mudo que no sabe adaptarse  a la llegada del cine sonoro no genera mayores sobresaltos. Pero que es Titanic más allá del barco, sino una moderna historia de Romeo y Julieta.


Así que en términos de narrativa no debe buscarse el éxito que ha tenido la cinta francesa de  Michel Hazanavicius. Su mérito está en la fotografía, en la música  y claro, en los actores.  La expresividad, los bailes y los movimientos recuerdan que el cine no es actuación en el concepto teatral que se tiene de ella, el cine  estuvo más ligado en su inicio  a otras  potencialidades artísticas como la pantomima, el baile y el teatro físico antes de que el sonido lo convirtiera  en una reproducción de historias  tradicionales.
El artista nos lleva a un plano más profundo de comprensión,  nos obliga  a sentir la película y  vibrar con ella. Los actores buscan acercarnos a un estado de emociones y la pantalla se llena de posibilidades. Los encuadres trucados, los mensajes escritos  en notas, espejos, las caricaturas en las revistas, los  titulares de los periódicos, las maromas del Uggy, el  compañero  canino del protagonista, todo funciona cual sinfonía para remarcar las posibilidades de la imagen.
Al final,   aunque predecible, nos dejamos llevar por el universo planteado y buscamos que  el protagonista George Valentin (Referencia obvia a los galanes de Hollywood) tenga su redención.  Queremos que esa fantasía sea realidad y así el efecto nostalgia  llega a su máxima expresión.   Si le es suficiente este recurso para conquistar los Oscars, lo veremos en pocos días.  Es probable que la sonrisa de Jean Dujardin no le alcance para una estatuilla, pues su rol  aunque auténtico resulta falto de matices frente  a la actuación de sus competidores,  George Clooney y Brad Pitt.
Lo único que se puede lamentar del experimento de El Artista  es que no cabe una repetición.  No se va a abrir un camino para el cine mudo  así que  podemos  celebrar el hecho  de que este homenaje  estuvo  a la altura.  La nostalgia quizá podría traducirse tanto en que nuevos cinéfilos se acerquen a los clásicos así como que los directores revisen la vieja guardia no solo para hacer remakes actualizados sino para comprender  por qué las  narrativas anteriores generaron esa fascinación  que ahora es tan difícil de conseguir.

PD: Esta no es la unica pelicula muda tipo homenaje que se haya hecho. Hay una  de Mel Brooks con  la participación de Marcel Marceau y otras  que sería interesante  rastrear tambien cuando pensamos en el  uso del blanco y negro. (ED WOOD)

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